Tienes mucha suerte y no lo sabes.

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Capote Psicología

  Tienes mucha suerte y no lo sabes


     Tienes mucha suerte y no lo sabes. No lo sabes porque, en realidad, nunca has tenido mala suerte y así es muy difícil comparar. Eres feliz y no lo sabes. No lo sabes porque, en realidad, nunca has sido infeliz y así es muy difícil comparar. La confusión probablemente empieza en la propia definición de felicidad. Si te fijas, uno de los significados de la palabra tiene relación con un «estado de satisfacción», mientras que otra de las acepciones se relaciona con la «ausencia de inconvenientes».

     Ahora mismo, en este mismo instante, en el mundo hay alguna persona sufriendo porque sus fotos de #quédate en casa no están recibiendo suficientes likes. Al mismo tiempo, también existe una persona en el mundo que está sufriendo porque su madre está muriendo en el hospital y no puede despedirse de ella. Dos sufrimientos distintos, sí, pero sufrimientos al fin y al cabo.

     Hay personas que llegan a la edad adulta con una carrocería impecable: ni un rayón, ni una abolladura, ni una mancha de pintura… Hay otros que, sin embargo, llegan con el coche hecho un poema, lleno de marcas, golpes, arañazos… Los primeros sufrirán muchísimo con el primer rayón. Los segundos quizás ni le presten atención.

     El sufrimiento, debidamente dosificado a lo largo de la vida, nos va haciendo «callo». Los pequeños sufrimientos por los que pasamos desde nuestra niñez, son entrenamientos que nos van preparando para cuando lleguen los verdaderos sufrimientos. No es lo mismo pasar tu primera decepción amorosa con 15 años que pasarla con 40. Tampoco es lo mismo que el primer «no te lo voy a comprar» de tus padres sea con 5 años que que sea con 15.

     Las personas que tienen ese callo, están más familiarizadas con el dolor, han desarrollado más estrategias para gestionarlo y consiguen responder a él de manera más funcional. Las que no lo tienen, no solo responden peor cuando llegan los momentos duros, sino que además, también pueden verse desbordadas ante los pequeños imprevistos, ante ese pequeño rayón en el coche. A sufrir, también se aprende.


«El sufrimiento, debidamente dosificado a lo largo de la vida, nos va haciendo callo.»

     Cuando solo has tenido pequeños arañazos en tu carrocería, es difícil que sepas lo que se siente la primera vez que te dan un golpe. Mucho más difícil saber lo que se siente en tu primer accidente. Así es muy difícil comparar. Quizás pienses que el mundo se acaba, que todo te pasa a ti, o que tienes muy mala suerte al ver ese primer arañazo. Pero hazte un planteamiento: ¿qué pensarás entonces cuando sufras 2 accidentes seguidos?



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